LA EXPIACION EN SIMBOLOS - II


Sábado 8 de noviembre


LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Levítico 16; Números 18:1-8; Salmo 28:2; 132:7; 138:2.


PARA MEMORIZAR:
“Entraremos en su tabernáculo; nos postraremos ante el estrado de sus pies” (Sal. 132:7).


PENSAMIENTO CLAVE:
Consideremos la obra expiatoria de Cristo como se revela específicamente en el servicio del Santuario del Día de la Expiación.

EL SANTUARIO ISRAELITA SE PURIFICABA una vez por año del pecado y las impurezas de Israel, que eran transferidos allí por medio de los sacrificios diarios. La ceremonia anual representaba, simbólicamente, el momento en que Dios, desde su morada celestial, concluirá el problema del pecado y restaure todo el universo a su armonía original.

Durante esta semana, estudiaremos no solo el significado simbólico del Día de la Expiación sino también cómo el Santuario israelita señalaba la morada celestial de Dios, la sala del Trono del universo.

También analizaremos a los sacerdotes en el Antiguo Testamento y cómo su obra de mediación prefiguraba la obra de Cristo como nuestro Mediador e Intercesor en el Santuario celestial.

Domingo 9 de noviembre: EL SANTUARIO Y LA EXPIACIÓN

¿Qué nos enseñan los siguientes versículos acerca del lugar del Santuario en la experiencia y la vida de los israelitas? Éxo. 25:8, 22; 29:42, 43; Sal. 28:2; 132:7; 138:2.
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El sistema de sacrificios de los israelitas estaba centrado en el Santuario y se realizaba dentro de él, la morada terrenal de Dios. Era el centro de la vida y la santidad en Israel. Dentro de ese espacio singular, Dios trataba el problema del pecado. Él ordenó a los israelitas construir un altar en el atrio del Santuario, y sobre ese altar se ponía la sangre del sacrificio, para expiar al pueblo (Lev. 17:11). La sangre, como una expresión tangible de la vida, pertenecía a Dios, y debía ser devuelta a él allí, sobre el altar.

En el plan de salvación, la vida del animal representaba la vida del pecador arrepentido, y Dios aceptaba la muerte del animal inocente en lugar de la muerte del pecador. El altar era el símbolo de la presencia de Dios (Sal. 43:4); y, al aceptar el sacrificio, Dios estaba asumiendo la responsabilidad del pecado de la persona. En otras palabras, el Señor estaba diciéndoles a los israelitas: “Si ustedes pecaron y quieren eliminar su poder que esclaviza, tráiganlo a mí, a mi morada, y yo me ocuparé de él. ¡Tráiganmelo!” Los israelitas abandonaban el Santuario bendecidos por Dios y justificados por su gracia (Sal. 24:3-5; 118:26).

Todo esto era un símbolo de la obra de Jesús, nuestro verdadero Sumo Sacerdote. El Santuario celestial es la morada de Dios dentro del cosmos, y el lugar desde el cual él gobierna como Rey del universo; también es el lugar en el que se está resolviendo el problema del pecado. La Cruz fue el altar sobre el cual el sacrificio fue ofrecido por nosotros. Hoy, Dios nos dice: “Si quieres estar libre del pecado, y que tu pecado esté perdonado, ¡ven al altar del sacrificio, donde mi Hijo pagó la penalidad por tu pecado!”

Alguien le preguntó a un amigo: “¿Cómo puedo saber cómo es realmente Dios?” La persona respondió: “Mira a Jesús en la cruz, muriendo por los pecados del mundo”. ¿De qué modo la Cruz nos dice cómo realmente es Dios? ¿Qué consuelo y esperanza puedes obtener para ti mismo de esa revelación de Dios?

Lunes 10 de noviembre: LA OBRA DEL SACERDOTE Y LA EXPIACIÓN

¿Por qué era necesario tener un sacerdocio que actuara en el Templo? Núm. 18:1-8.
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La actividad fundamental de los sacerdotes era ser los mediadores entre Dios y el pueblo. Los sacerdotes representaban a Dios ante la gente, en su ministerio de instrucción (Deut. 33:10). Estrechamente relacionado con esa actividad estaba el deber sacerdotal de revelar la voluntad de Dios a quienes buscaban conducción divina (Núm. 27:21). Los sacerdotes también actuaban como jueces en el Santuario. De hecho, el tribunal más alto en el país operaba en el Santuario central (Deut. 17:8-13; 21:5). Ellos eran especialmente responsables por bendecir a la gente (Deut. 10:8; 21:5). Representaban al pueblo ante Dios. En su actividad representativa, tomaban al pueblo con ellos ante la presencia de Dios (Éxo. 28:9-12, 29).

La actividad de los sacerdotes como mediadores era particularmente visible durante los servicios diarios. Ellos estaban a cargo del altar de los holocaustos, y debían mantener encendido el fuego sagrado sobre él, eliminar las cenizas y poner leña nueva (Lev. 6:10-13). Ponían un holocausto sobre el altar en la mañana y otro en la tarde (Núm. 28:3-8). Durante los servicios diarios, el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santo para arreglar el candelero y quemar incienso delante de Dios (Éxo. 30:7, 8). Además, cuando un israelita traía un sacrificio, el sacerdote lo sacrificaba en su favor, para expiar al pecador (Lev. 1:5-9; 4:25, 26, 34, 35).

El rol de mediación del sacerdote servía por lo menos a tres propósitos. Primero, sugería que a pesar de la distancia fundamental entre Dios y los seres humanos, había una manera de cubrir el abismo. Segundo, revelaba el deseo de Dios de estar con su pueblo. Era una manifestación del amor de Dios, que busca una manera de hacerse accesible a ellos, a pesar de su pecado. Tercero, desde la perspectiva de los israelitas, el sacerdocio les daba acceso al Santo de Israel, y la oportunidad de ser limpiados del pecado y las impurezas. Los mediadores sacerdotales siempre estaban disponibles, para permitir que el pueblo se acercara a Dios, y encontrara gracia y misericordia.

Todo el sistema, por supuesto, señalaba al Mediador máximo entre Dios y los seres humanos, el Siervo de Dios, Jesucristo.

Por medio de la obra de Cristo, somos parte de un “real sacerdocio” (1 Ped. 2:9) ¿Cuál es tu actividad en ese sacerdocio? ¿Cómo puedes actuar como “sacerdote” en favor de otras personas?

Martes 11 de noviembre: EL DÍA DE LA EXPIACIÓN: I

El ritual del Día de la Expiación ilustraba la solución final del problema del pecado, la consumación de la salvación, como se experimentaba durante los servicios diarios. Todo el Tabernáculo había de ser purificado, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Necesitaban limpieza por causa de las “impurezas y transgresiones de los israelitas, cualesquiera hayan sido sus pecados” (Lev. 16:16, NVI). Estos pecados habían sido transferidos a la morada divina por medio de los sacrificios traídos por los pecadores arrepentidos. Durante el Día de la Expiación, el tabernáculo era restaurado a su pureza y santidad originales. En ese día, una vez por año, había un fragmento de tiempo que, como en el Jardín del Edén, estaba libre de la presencia del pecado y la impureza. Este “retorno” al Edén, celebrado al final del año, proporcionaba un nuevo comienzo para el pueblo de Israel. Señalaba un nuevo comienzo de proporciones cósmicas (comparar con Dan. 8:14).

Lee específicamente Levítico 16:16, 17, 21, 30, 33, 34. ¿Qué énfasis especial encuentras allí? ¿Los pecados de quiénes se trataban en ese día, en contraste con los ritos diarios? Lev. 1:1-4.
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Los textos indican la naturaleza abarcadora de la purificación, porque incluía a todos los pecados de todas las personas. Era un acto corporativo, que trataba a Israel como un todo. Esta era la forma final de Dios de acabar con el problema del pecado en Israel por ese año, y prefiguraba la eliminación final del pecado al fin del tiempo (Heb. 9:28).

¿Qué esperaba Dios de su pueblo durante ese día? Lev. 23:26-31.
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Pero aunque el Día de la Expiación era un evento corporativo, que involucraba a toda la nación, cada persona tenía un papel que jugar al entregarse a Dios completamente. Los que no descansaban en Dios y no se humillaban ante él debían ser “eliminado de su pueblo” (Lev. 23:29, NVI). Por duro que esto suena, lo que hay que enfatizar es cuán solemne era la obra de la salvación. El pasaje está, entre otras cosas es, promoviendo la perseverancia en el caminar con Dios.

¿De qué modo debemos, en un sentido, “afligir” nuestras almas cada día? ¿Qué significa eso? Ver Mat. 16:24, 25; Rom. 6:1-13; Heb. 12:4.

Miércoles 12 de noviembre: EL DÍA DE LA EXPIACIÓN: II


Lee el rito en relación con el del macho cabrío, que aparece en Levítico 16:20 al 22. ¿Qué se enseña con este ritual? Concéntrate especialmente en la suerte de ese animal, comparada con la de todos los demás que se usaban en ese servicio.
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El “macho cabrío emisario” (heb. de azazel) no era un medio de expiación sino un vehículo por medio del cual el pecado y la impureza eran llevados al desierto. ¿Cómo sabemos esto?

Primero, la transferencia del pecado y la impureza a este animal ocurría después de que el sumo sacerdote había terminado la obra de expiación en el Santuario. Segundo, el macho cabrío no era ofrecido como sacrificio; no era muerto y, por lo tanto, no había sangre que estuviera disponible para la expiación. Tercero, aunque “lleva” los pecados del pueblo, eso no significaba que los llevaba vicariamente, como en el sentido de un sustituto, como Jesús. En este caso, el contexto muestra que el verbo significa “llevar” a otro lugar, es decir, “[...] al desierto”, o a “tierra inhabitada” (Lev. 16:22). Cuando se usa el mismo verbo para describir la obra del Siervo de Dios, está solo: “habiendo él llevado el pecado de muchos” (Isa. 53:12). Él no los lleva a ninguna parte, pero él mismo asume la responsabilidad por ellos y, por medio de este acto, nos perdona. De esto se trata la expiación, y no lo que hace el macho cabrío emisario.

En cambio, el ritual del macho cabrío es un rito de eliminación; en otras palabras, el macho cabrío emisario es un medio de eliminar o quitar algo del campamento de Israel que no debía estar allí: el pecado y la impureza.

Durante el Día de la Expiación había una confrontación entre Dios y otro poder. El macho cabrío de Jehová representaba a Dios; el macho cabrío de Azazel representaba el poder opuesto, un demonio, la fuente máxima del pecado y la impureza. Al enviar los pecados del pueblo a Azazel por medio del macho cabrío, este poder es señalado como el originador del pecado. Dios ha aceptado el pecado y la impureza de su pueblo a fin de expiarlos y perdonar sus pecados, pero eso no significa que él era el originador del mal. El Día de la Expiación anunciaba en símbolos la victoria final de la santidad y la pureza por sobre las fuerzas del pecado, la impureza y el mal. Anticipaba el momento cuando las acusaciones planteadas por Lucifer en el cielo serán resueltas de una vez por todas y Lucifer tendrá que asumir la responsabilidad del origen del pecado. Por medio de este ritual, Dios estaba ofreciendo esperanza a su pueblo, al señalar un futuro en el que, gracias al poder de Cristo, se realizará una nueva creación, libre de la muerte y el dolor, libre del poder del pecado (Apoc. 21:3, 4).

Jueves 13 de noviembre ¿QUÉ ES LA EXPIACIÓN?


¿Qué ideas están asociadas con el verbo “expiar” en los siguientes pasajes? Lev. 4:31; 16:18, 19, 30; 17:11.
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En Levítico, aunque los sacerdotes oficiaban en los ritos de expiación como mediadores, ellos no eran los que expiaban el pecado. Después de que se realizaba el ritual, Dios otorgaba el perdón (Lev. 4:26; allí se implica que Dios es quien perdona). La expiación es algo que Dios realiza por su pueblo. Él es el que “hará expiación por su tierra y por su pueblo” (Deut. 32:43, NVI; también Sal. 65:3; 79:9). Por medio de la expiación, Dios permite que su amor fluya hacia los pecadores.

El verbo hebreo traducido como hacer expiación, en Levítico (heb. kippér), expresa la idea de borrar o purgar. Se hacía expiación por el Tabernáculo, el altar, los cuernos del altar, lo que significaba que ellos eran purgados, limpiados, de la contaminación del pecado y la impureza. La implicación es que, por medio de la expiación, se restauran a la condición original, libres de contaminación. Cuando se aplica a los pecadores arrepentidos, el verbo todavía retiene la idea de limpiar del pecado y la impureza.

Siendo que la limpieza ocurría mediante la sangre de un animal sacrificado, la expiación también puede expresar la idea de rescate. Liberar a una persona del pecado se hace al costo de la sangre/vida de la víctima sacrificada (Lev. 17:11). Era ofrecida en lugar del pecador, sustituyéndolo, y por lo tanto rescataba la vida de la persona (ver Mat. 20:28; 1 Tim. 2:6).

El verbo hacer expiación también se usa en Levítico en diversos ritos, haciendo imposible llegar a la conclusión de que designa un solo acto. Es decir, la expiación es un proceso más bien que algo que ocurre solamente en cierto momento. Se entendía como expiación toda la actividad del Santuario a lo largo del año; desde los sacrificios diarios (Lev. 5:10) hasta el Día de la Expiación (Lev. 16:34), y todos los ritos intermedios. En otras palabras, la expiación era la totalidad de la acción purificadora de Dios por Israel durante todo el año, incluyendo el acto del sacrificio, la mediación del sacerdote, y la eliminación final del pecado y la impureza durante el Día de la Expiación. De este modo, se simbolizaba la naturaleza de la obra de la expiación que Cristo está haciendo por nosotros, y que incluye todo.

Solo Dios podía expiar el pecado, y para hacerlo se requirió la vida de Cristo. ¿Qué nos debería decir esto acerca de cuán malo debe ser el pecado? ¿Por qué, entonces, no odiamos el pecado más de lo que lo odiamos? ¿De qué modo la práctica del pecado destruye nuestro odio por él?

Viernes 14 de noviembre


PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“Puesto que Satanás es el originador del pecado, el instigador directo de todos los pecados que causaron la muerte del Hijo de Dios, la justicia exige que Satanás sufra el castigo final. La obra de Cristo en favor de la redención del hombre y la purificación del pecado del universo serán concluidas quitando el pecado del Santuario celestial y colocándolo sobre Satanás, quien sufrirá el castigo final. Así, en el servicio simbólico, el ciclo anual del ministerio se completaba con la purificación del Santuario y la confesión de los pecados sobre la cabeza del macho cabrío símbolo de Azazel” (PP 372).

“La sangre y la vida están asociados como pares léxicos y con ello comprendidas como de un significado paralelo en [...] hebreo. Por causa de esta estrecha asociación la sangre es considerada la fuente de la vida, y porque la sangre representa la vida (Gén. 9:4; Deut. 12:23), puede expiar la vida. Puesto que la vida de una criatura está en la sangre, la sangre hace expiación por la vida de uno. Una vida se sacrifica por otra. El derramamiento de sangre sustitutiva en el altar hace expiación, ya que la sangre de la víctima inocente fue dada por la vida del que pecó”.–Mark F. Rooker, The New American Commentary: Leviticus, t. 3A, p. 236.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Repasa el proceso de la expiación y de la purificación en el Santuario terrenal, y luego compáralo con la realidad de que Cristo destruye nuestro pecado sin destruirnos a nosotros.

2. A muchas personas les resulta difícil comprender por qué animales inocentes habían de morir para destacar el mensaje acerca del pecado. ¿Cuál es la lección importante, para nosotros, de esas muertes? ¿Qué deberían decirnos acerca de la naturaleza del pecado?

3. Durante toda la semana hablamos de “purificación” del pecado. ¿Qué significa eso en la dimensión práctica; es decir, en la vida de alguien que reclama la sangre de Cristo? 1 Juan 1:7. ¿Qué significa ser limpiado de pecado?

4. Toma la respuesta que diste a la pregunta final de la sección del lunes y llévala a la clase el sábado. Compara con las respuestas de los demás. ¿De qué modo podemos, como personas y como iglesia, cumplir mejor nuestra actividad como “sacerdotes”?

RESUMEN:
El Día de la Expiación era la consumación de la purificación diaria del pecado de los israelitas. Ilustraba el momento en que el poder purificador de la muerte de Cristo, como sacrificio, se consumaría mediante una obra de juicio.

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